La Yarará (“soberbia” en guaraní), también conocida como Víbora de la Cruz, Crucera o Urutú, mide entre 80 y 120 cm. aunque, excepcionalmente llega a los 150 cm. En el dorso su color de fondo es pardo grisáceo sobre el que destacan manchas con forma de riñón pardo más oscuro –casi negro- bordeadas de blanco. Ventralmente es blanca o blanca amarillenta, con manchas redondeadas de distintos tamaños casi negras. En la cabeza ostenta un dibujo blanco que recuerda una cruz, un ancla, una T o una Y, al que debe varios de sus nombres vulgares.
Prefiere los terrenos pedregosos, campos, sierras, pajonales y orillas de ríos, bañados, arroyos y cañadas. Tiene hábitos crepusculares o nocturnos, pasando el día escondida en madrigueras naturales, cuevas de ratones, huecos o debajo de las rocas. Hibernan en los meses fríos, para reproducirse al llegar la primavera. Esta especie es “ovovivípara”, es decir que la hembra no deposita sus huevos sino que los conserva dentro del oviducto, donde se desarrollan los embriones. Llegado el momento, la madre “pare” de diez a dieciséis viboreznos de unos 30 cm de largo, envueltos en unas membranas transparentes. Al rato de nacer estos animalitos pueden arreglárselas solos, pues ya poseen veneno, son agresivos y se dan maña para cazar.
La Yarará se encuentra ampliamente distribuida en nuestro país: vive en Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, y parte de San Luis y de Buenos Aires. En esta última provincia la podemos hallar en los cordones serranos de Ventania y Tandilia y en las zonas marginales de General Lavalle, del Noreste y del Sur. Fuera de la Argentina, habita también en el Sur de Paraguay, en el Sur y el Centro de Brasil y en Uruguay.
Entre sus predadores naturales se cuentan los aguiluchos, las lechuzas, las cigüeñas, las garzas y carnívoros tales como zorrinos, etc.; pero está confirmado que su peor enemigo es otro ofidio, la Mussurana (Clelia clelia) una culebra que se alimenta exclusivamente de víboras venenosas, a cuyo veneno es inmune.
Muy peligrosa por su carácter irritable e impulsivo y por su potente veneno, es la serpiente que más casos de ofidismo provoca en Buenos Aires. Al advertir la presencia humana adopta una típica posición defensiva (enroscada, con la cabeza algo levantada y haciendo vibrar su cola) pero si se la pisa o toca inadvertidamente se extiende rápidamente hacia adelante con la boca abierta, clava sus colmillos e inyecta el veneno. Su mordedura es fácilmente identificable por el inmediato y agudo dolor en el punto atacado, la posterior hinchazón de la zona y los característicos signos de intoxicación general (pulso rápido y débil, náuseas, palidez y respiración acelerada).
No obstante el peligro que representa para el hombre, cumple dentro del ecosistema una importante función como controladora de poblaciones de roedores (como lauchas de campo, ratas coloradas, ratas conejo, cuises pampeanos, etc.). Estos animales son sumamente prolíficos y ocasionarían, si faltaran sus controles naturales, grandes perjuicios a la vegetación en general y, particularmente, a la agricultura.
Conviene, como primera medida para evitar accidentes con estos ponzoñosos reptiles, saber identificarlos. Para ello sepamos que las Yararás pertenecen al grupo conocidos como “Serpientes de Foso”, así llamadas porque presentan entre el ojo y el orificio nasal una pequeña fosa o depresión (orificio loreal) que tiene propiedades termoreceptoras, y le sirve para localizar sus presas. Precisamente el nombre Bothrops significa en español “agujero en la cara”. Otras características que las distinguen de las culebras inofensivas son su cabeza de forma triangular con cuello bien definido, sus ojos con pupila elíptica, sus escamas carenadas y el brusco afinamiento del cuerpo hacia la cola.
No atacan si no son molestadas, pero el problema es que a veces podemos molestarlas involuntariamente. Lo mejor, si frecuentamos zonas habitadas por estos animales. Tomar algunas medidas de prevención para evitar inconvenientes Algunas de ellas serian: a) Usar botas altas (el 80 % de las picaduras se produce de las rodillas para abajo), b) No meter las manos debajo de troncos o piedras al levantarlas, ni dentro de cuevas o nidos; c) No arrastrarse en pastizales o malezas y d) Nunca tocar serpientes, aunque parezcan muertas.
Asimismo recuerde que, ante una picadura, no debe hacer cortes en el lugar de la herida ni en otro lado, así como tampoco ligaduras en el miembro lesionado, cauterizaciones de la herida o proporcionarle bebidas alcohólicas o solventes al afectado. Deberá evitarse, como primera medida, que la víctima se agite, manteniéndolo en reposo, aflojándole las prendas que lo ajusten (cinturón, zapatos, anillos etc.) y elevándole el miembro perjudicado. Pero siempre recuerde: el único tratamiento para estas picaduras es la aplicación del suero antiofídico correspondiente y que la vía de administración, así como la cantidad de suero será indicada por el médico pues cada accidente presenta un cuadro de distinta gravedad según la cantidad de veneno inoculado, el lugar, el estado del individuo, el tiempo transcurrido, etc. Conducir a la víctima al Centro Antiponzoñoso más próximo es la única solución para evitar males mayores. Y debemos hacerlo lo más rápido posible, porque, como bien reza el dicho popular, el veneno de la Yarará “si no mata, estropea”.
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